martes, 20 de noviembre de 2012

Nuevas ideas para la economía del futuro


Carlos Mulas-Granados, Profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid y director de la Fundación Ideas nos plantea cuatro áreas donde la economía tiene que superar sus esquemas actuales y desarrollar nuevas recetas.

Primero, la política fiscal. En la década de los noventa algunos economistas demostraron que los ajustes fiscales podían tener efectos expansivos si lograban generar expectativas suficientemente positivas para el sector privado. Hoy en día la teoría de los efectos de los ajustes fiscales no funciona con tanta claridad y está mucho más sujeta a las características propias de cada país.

El segundo problema que se debe atender es el de la política monetaria y su incapacidad para evitar las burbujas financieras. Al establecer el foco en los precios de los bienes y servicios que los ciudadanos consumen a diario, la política monetaria de los bancos centrales no se ha acomodado bien a la evolución de los precios de los activos en los que estos invierten sus ahorros; como las acciones de las empresas tecnológicas, los fondos de pensiones, las viviendas, las materias primas, o muy recientemente, la deuda soberana. Necesitamos nueva teoría capaz de integrar mejor la interconexión entre los precios de los activos y las burbujas financieras. Es preciso incorporar criterios anticiclicos en la política financiera. Los requisitos de reservas de capital que se exigen a los bancos deberían ser más altos cuando la economía vaya bien (es decir ahorros en tiempos de bonanza), y relajarse cuando la actividad decaiga para que sigan haciendo su función de crédito a las familias y a las empresas, evitando que las recesiones se prolonguen en el tiempo.

El tercer desafío consiste en incorporar supuestos más realistas a nivel micro, la ciencia económica se asienta sobre la presunción de que los individuos se comportan racionalmente y maximizan sus funciones de utilidad. En el futuro, tenemos que incorporar comportamientos emocionales a nuestra teoría microeconómica. Asimismo se debe integrar la sostenibilidad en nuestros modelos macroeconómicos; la confluencia entre la economía y la ecología es el área más prometedora de la investigación económica.

El cuarto reto, el más complicado de todos consiste en desarrollar nuevas teorías que asuman que la economía no tiende hacia el equilibrio, sino hacia los desequilibrios. Desde que Hicks desplegó a mitad del siglo pasado un esquema de estática comparativa para explicar que la economía se movía en torno a tres equilibrios simultáneos –en el mercado de bienes, el de dinero y el de bonos- los avances han sido importantes pero no definitivos. Es cierto que se han incorporado las imperfecciones y las asimetrías de los mercados a nuestros modelos, pero más como excepción de la regla que como núcleo permanente del modelo central. Son necesarias teorías económicas que tengan en cuenta los contextos históricos e institucionales, los ciclos electorales y las preferencias ideológicas.
Necesitamos urgentemente nuevas ideas en al menos cuatro áreas –la política fiscal, la política monetaria, el crecimiento sostenible y las expectativas racionales-. Y esas nuevas ideas deben tener en cuenta que la economía no es una ciencia sino un arte que usa instrumentos científicos, y por eso es más parecida a la medicina que a la física. Usamos mediciones, pruebas y datos, pero el éxito de nuestras predicciones y nuestras terapias dependen de nuestro acierto en incorporar el entorno y la psicología de los individuos. El reto es enorme, pero merece la pena intentarlo.