Carlos Mulas-Granados, Profesor de
Economía de la Universidad Complutense de Madrid y director de la Fundación
Ideas nos plantea cuatro áreas donde la economía tiene que superar sus esquemas
actuales y desarrollar nuevas recetas.
Primero, la política fiscal. En la
década de los noventa algunos economistas demostraron que los ajustes fiscales
podían tener efectos expansivos si lograban generar expectativas suficientemente
positivas para el sector privado. Hoy en día la teoría de los efectos de los
ajustes fiscales no funciona con tanta claridad y está mucho más sujeta a las
características propias de cada país.
El segundo problema que se debe
atender es el de la política monetaria y su incapacidad para evitar las
burbujas financieras. Al establecer el foco en los precios de los bienes y
servicios que los ciudadanos consumen a diario, la política monetaria de los
bancos centrales no se ha acomodado bien a la evolución de los precios de los
activos en los que estos invierten sus ahorros; como las acciones de las
empresas tecnológicas, los fondos de pensiones, las viviendas, las materias
primas, o muy recientemente, la deuda soberana. Necesitamos nueva teoría capaz
de integrar mejor la interconexión entre los precios de los activos y las
burbujas financieras. Es preciso incorporar criterios anticiclicos en la política
financiera. Los requisitos de reservas de capital que se exigen a los bancos
deberían ser más altos cuando la economía vaya bien (es decir ahorros en
tiempos de bonanza), y relajarse cuando la actividad decaiga para que sigan
haciendo su función de crédito a las familias y a las empresas, evitando que
las recesiones se prolonguen en el tiempo.
El tercer desafío consiste en
incorporar supuestos más realistas a nivel micro, la ciencia económica se
asienta sobre la presunción de que los individuos se comportan racionalmente y
maximizan sus funciones de utilidad. En el futuro, tenemos que incorporar
comportamientos emocionales a nuestra teoría microeconómica. Asimismo se debe
integrar la sostenibilidad en nuestros modelos macroeconómicos; la confluencia
entre la economía y la ecología es el área más prometedora de la investigación
económica.
El cuarto reto, el más complicado
de todos consiste en desarrollar nuevas teorías que asuman que la economía no
tiende hacia el equilibrio, sino hacia los desequilibrios. Desde que Hicks
desplegó a mitad del siglo pasado un esquema de estática comparativa para
explicar que la economía se movía en torno a tres equilibrios simultáneos –en el
mercado de bienes, el de dinero y el de bonos- los avances han sido importantes
pero no definitivos. Es cierto que se han incorporado las imperfecciones y las
asimetrías de los mercados a nuestros modelos, pero más como excepción de la
regla que como núcleo permanente del modelo central. Son necesarias teorías
económicas que tengan en cuenta los contextos históricos e institucionales, los
ciclos electorales y las preferencias ideológicas.
Necesitamos urgentemente
nuevas ideas en al menos cuatro áreas –la política fiscal, la política
monetaria, el crecimiento sostenible y las expectativas racionales-. Y esas
nuevas ideas deben tener en cuenta que la economía no es una ciencia sino un
arte que usa instrumentos científicos, y por eso es más parecida a la medicina
que a la física. Usamos mediciones, pruebas y datos, pero el éxito de nuestras
predicciones y nuestras terapias dependen de nuestro acierto en incorporar el
entorno y la psicología de los individuos. El reto es enorme, pero merece la
pena intentarlo.
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