¿Se ha planteado alguna vez si los demás se fían de usted? Las personas
que trasmiten seguridad y confianza tienen más éxito personal y profesional
De: Patricia Ramírez, El País Semanal 4/V/14
En los tiempos que corren, ser creíble es un
tesoro. La pérdida de valores, la ambición negativa y el poder nos han llevado
a que perdamos la fe en algo tan importante como la confianza en las personas.
Y es que la credibilidad no se regala, se gana.
Las
personas creíbles consiguen conquistar el respeto de los demás. Significa que
la gente puede confiar en usted, y que lo que dice, es lo que usted es. Se
relaciona directamente con ideas tan importantes como la honestidad, la
prudencia, el compromiso y el conocimiento. ¿De qué personas suele desconfiar?
¿Quiénes son los que le generan rechazo cuando les escucha? Normalmente
aquellos que una vez le fallaron, los charlatanes, los que no respetan los
puntos de vista de los demás, quienes critican a los que no están presentes,
los que hablan sin saber y los que faltan a su palabra y a sus compromisos.
La credibilidad es como la virginidad. Una vez que
se pierde, ya no se recupera” (Mark Twain)
Encandilar a alguien con frases
bonitas es fácil. Hay personas muy educadas, corteses, que se expresan con
corrección, que se manejan en público como pez en el agua y que su carisma les
hace ser muy atractivas. Pero si se rasca un poco carecen de palabra. En el
momento en el que se sienta traicionado, le costará mucho volver a confiar en
esa persona. Y lo peor es que la experiencia puede llevarle a desconfiar de
quien no lo merece.
¿Alguna vez se ha planteado si
los demás confían en usted? Hay personas que transmiten seguridad y confianza.
Y estos valores se relacionan con el éxito personal y profesional. La
credibilidad se da en cualquier campo. Nos gustan los médicos que nos
transmiten que nos van a ayudar; los fontaneros que cuando ven la avería en
casa nos dicen que no nos preocupemos de nada y que lo van a arreglar, o el
amigo que te da un argumento distinto al tuyo y te convence y deja tranquilo.
Con ellos nos sentimos en buenas manos. Credibilidad, hablar en público,
habilidades sociales y carisma van de la mano. Y se pueden entrenar.
Para empezar a trabajar su
credibilidad, empiece por modificar sus valores. Si solo se dedica a
disfrazarse de carisma y buena comunicación y no contempla la honestidad, su
fachada no sostendrá la imagen de persona fidedigna eternamente. Necesita ser
puro por dentro para ser creíble por fuera.
Tenga palabra. Significa cumplir
con lo dicho. Es un privilegio contar con personas que respetan el compromiso
de lo que dicen.
Sea honesto. ¿Le han dado mal el cambio, le han
devuelto de más? Devuélvalo. ¿Se ha encontrado una cartera que no es suya?
Entréguela con todo lo que contenía dentro. Ser un listo ha terminado
convirtiéndose en un valor. Se trata de ganarle al otro a sabiendas que es
injusto.
Sea una persona de bien, con
buenas intenciones. Nadie se quiere relacionar con personas con dobleces.
Asuma sus errores. Las personas
de éxito se equivocan. Para ellos el error es una forma de aprendizaje, lo
reconocen, piden disculpas y reparan el daño. Y lo vuelven a intentar. No
existen las personas perfectas, por lo tanto, la perfección no es creíble.
Compórtese de forma justa. Reconozca el mérito y el
trabajo de cada uno, valore el esfuerzo por encima de los resultados.
Las emociones también juegan un
papel en la imagen que transmitimos a los demás respecto a la credibilidad. El
equilibrio emocional es fundamental. No nos da seguridad una persona que se
deja llevar por arranques de ira, que se muestra agresivo y que trata de tener
poder por la vía autoritaria. Las personas creíbles no necesitan tirar de
fuerza, volumen alto o expresiones amenazantes.
La capacidad para motivar y
generar emociones positivas es otro punto fuerte. Nos atraen más las personas
que buscan y aportan soluciones que las que se recrean en la pena, el
victimismo y en rumiar los problemas.
Las
personas que se muestran seguras, que conocen sus fortalezas y que las utilizan
para solventar soluciones, nos parecen fiables. Confianza y humildad es el
binomio perfecto.
Comuníquese de forma fácil y
correcta. Expresarse con un vocabulario amplio, sencillo y con frases
ordenadas, facilita el entendimiento. Y cuando el oyente se queda con la
sensación de haber comprendido el mensaje, le otorga credibilidad. Si utiliza
un vocabulario técnico y poco comprensible para el público que le escucha, la
gente desconectará y saldrá de la reunión sin haber entendido nada.
Ordene su mensaje. Los procesos
de recepción de la información, entendimiento y asimilación también dependen de
saber llevar un hilo conductor que esté organizado.
El conocimiento es clave.
Necesita saber de lo que habla, documentarse, tener argumentos, manejar los
tiempos, coger experiencia, tener cultura, incluso recitar. Sí, recitar. A las
personas con memoria, las que son capaces de hablar sin papeles delante, que
dan datos históricos y frases célebres, que citan a autores y hechos
relevantes, les damos confianza. Se asocia memoria con sabiduría, y nos fiamos
de las personas sabias.
Por el contrario, la charlatanería,
los cabezotas que se empecinan en una idea sin modo de argumentarla, nos
parecen personas sin recursos. Y qué decir del cotilleo y rumorología, hace que
perdamos la confianza en las personas que lo practican. Los chismosos son muy
poco atractivos e imprudentes. Con ellos solo se relacionan los que se
comportan de la misma manera, y aun así, ni entre ellos se consideran personas
de confianza.
El aspecto físico y la presencia.
Si está empezando a ejercer su profesión y no le ha dado tiempo a ganarse una
buena reputación, necesita adaptar su forma de vestir a las expectativas del
cliente. Nadie desea que le repare el coche un mecánico vestido con traje de
chaqueta y corbata.
Equivocadamente o no, las
personas tendemos a sacar conclusiones inmediatas basadas en lo que vemos
cuando conocemos a alguien. Su forma de moverse en público, dar la mano o su
imagen dan información. Por supuesto que es información viciada por prejuicios
y por la experiencia de cada uno. Pero es así. Cuando conoce a alguien por
primera vez, sacamos conclusiones sobre su inteligencia, estatus, nivel
socioeconómico, orientación sexual, estado civil, edad, ideas religiosas,
etcétera.
En una palabra:
para parecer un hombre
honrado, lo que
hace falta es serlo”
(Nicolas Boileau)
Cuide su imagen, su higiene, su
pelo, el aspecto de sus manos y la forma de vestir. La prudencia está en el
equilibrio. Todos los excesos, tanto en el aspecto femenino como en el
masculino, llevan a que su interlocutor centre más su atención en lo que ve que
en el mensaje que le transmite.
Cada uno en su vida privada debe
arreglarse como desee, pero si quiere tener credibilidad en su profesión,
modere su forma de presentarse y adáptela, en la medida que su escala de
valores y forma de ser se lo permitan, a las necesidades de su profesión. A
medida que adquiera experiencia en ella y su buen hacer le posicionen, podrá
relajarse con la apariencia.
El nivel
de reputación es inversamente proporcional a la importancia de su presencia
física. ¿Por qué? Porque cuanto mejor le hayan hablado de un profesional, menos
le importará la imagen que tenga. La credibilidad es tan frágil como la
confianza. Se tarda mucho tiempo en ganar, pero es muy fácil perderla. Ser
fiable no se basa solo en el carisma, sino en la coherencia con la que nos
comportamos.
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