lunes, 19 de octubre de 2015

La cadena invisible del dinero. Por: Raimón Samsó


La relación de las personas con el dinero no suele ser buena, porque de pequeños aprendimos que es un tema del que no hay que hablar, o algo peor: la fuente de todos los males. De modo que lo que hicimos fue… ¡ignorarlo! Pero, ya adultos, el dinero se hizo presente en casi cada acto de la vida y ahora no sabemos nada de cómo ganarlo, gastarlo, ahorrarlo, invertirlo… Somos analfabetos financieros, y ahí empiezan los problemas. Cometemos errores de bulto, elementales, debido a esa mala educación, y reforzamos creencias sobre el dinero que, además de no ser verdad, arruinan a las personas. Todos mantenemos una relación con el dinero, tengamos el que tengamos. Estamos hablando de cómo se siente una persona cuando piensa o habla de él. A unas personas les cae mal, y a otras, bien; y la mayoría tiene una relación de amor-odio, porque todo el mundo lo quiere, pero la mayoría está enfadada porque no tiene el suficiente. En cualquier caso, es necesario tener claros ciertos conceptos para evitarnos problemas.
Llevarse bien con el dinero es importante. Cuando una persona se enemista con alguien o simplemente está enfadada, la otra persona lo rehúye. Con el dinero ocurre igual. Si una persona declara: “El dinero no es importante para mí”, el resultado más frecuente suele ser números rojos en su cuenta bancaria.
Cuando las personas hablan mal del dinero, o se sienten mal cuando piensan en él, o critican a quienes lo tienen, se están negando la posibilidad de tenerlo algún día. El inconsciente toma nota y establece una protección de lo que se le presenta como un problema y, en consecuencia, lo rechaza. Y la persona empobrece poco a poco.
Tal vez es hora de hacer las paces con el dinero. No se trata de alimentar la codicia o la avaricia, sino de resolver un problema muy frecuente. El dinero tiene su importancia; es vital, por ejemplo, para sacar adelante a una familia. Y resulta que no hemos dedicado tiempo para aprender cómo funciona y cuáles son sus reglas.
Examinemos algunas de las peores creencias que hemos encontrado y que perjudican la economía de las personas: el dinero es fuente de problemas. El dinero te estropea, te hace mala persona y egoísta. No se gana dinero haciendo lo que gusta. El dinero no te hace feliz. Para que alguien gane dinero, otro ha de perderlo. No es posible tener dinero y ser espiritual o buena persona. Todos los ricos son malas personas o roban…
No hay suficiente espacio aquí para aclarar estos prejuicios sobre el dinero, pero animamos a cualquiera a reflexionar sobre estas pésimas recetas financieras. Es obvio que, estando de acuerdo con todo, o con algo, de lo mencionado anteriormente, uno se sienta molesto o enfadado con el dinero. Y cuando uno se enfada con él, como el dinero tiene amor propio, ya sabemos qué ocurrirá: sí, ¡se irá a otro lado!
El éxito financiero es una ciencia, aunque no exacta, que todos podemos aprender, porque deja pistas y tiene referentes. Y sigue unas reglas que están escritas en infinidad de libros. Tal vez algún día exista una asignatura sobre este tema en la escuela con una formación elemental que enseñe a emprender y vincule valores y dinero, algo que se tratará al final del artículo.
También, aunque hay que buscar más por ser menos frecuentes, se encuentran creencias que benefician la prosperidad de las personas: “Donde está tu pasión está tu fortuna. La economía mejora cuando la persona mejora. Reaprender es la mejor inversión en uno mismo. El mayor activo financiero es la habilidad para crear ingresos. La llave a la libertad financiera es un negocio propio. El dinero te da libertad, la felicidad te la das tú…”.
Para resumir se debe señalar que las dos listas de creencias (a favor y en contra) conducen a las personas a unos resultados muy diferentes. En un caso se cambia tiempo por dinero; en el otro, conocimiento por dinero. Como uno es limitado y el otro ilimitado, los resultados son muy diferentes.
En la formación reglada te animan a trabajar, pero no a ganar dinero; en las facultades te enseñan una profesión, pero no a vivir de ella… para cubrir ese detalle tan importante hay que buscarse la vida fuera del circuito convencional. La propuesta es que las personas se formen mínimamente en marketing y ventas, emprendeduría, y que aprendan las diferencias entre gasto e inversión, deuda buena y mala, ingresos residuales y ganados, flujo de caja y plusvalía, activo y pasivo, autoempleo y negocio…
La inteligencia financiera es un subproducto de la educación financiera: a más educación, más inteligencia. Para desarrollar esa inteligencia (percibir diferencias sutiles) es indispensable formarse y entender conceptos económicos básicos. Leer libros de gestión del dinero ayuda. Porque en la escuela no nos enseñaron nada sobre el dinero, y en casa, casi siempre, tampoco.
Pero además debemos tener en cuenta que las palabras sirven para describir la realidad, y ahora sabemos que también para transformarla. ¿Cómo? Si alguien quiere cambiar sus experiencias, ha de cambiar las palabras que usa. Somos nuestras palabras, lo que decimos (y, por tanto, creemos). Nuestro vocabulario nos define, nos retrata. Se puede comprobar que las personas felices y las prósperas hablan un dialecto propio, y las que no lo son también tienen el suyo.
Las palabras son herramientas que pueden hacernos ricos o pobres: son una palanca para ambas cosas. Podríamos decir que las palabras son gratuitas, pero pueden costarnos dinero. Palabras pobres, resultados pobres. Palabras prósperas, resultados prósperos. La pobreza tiene un vocabulario, y la ri­­queza, otro.

Por ejemplo, hay palabras muy pobres, como: fácil, difícil, suerte, imposible, fracaso, intentar, miedo, crisis, subvención, problema… Y palabras muy prósperas, como: misión, compromiso, servir, confianza, crear, pasión, talento, oportunidades, aprender, idea, solución… Por las palabras y expresiones de una persona podemos imaginar sus creencias, y no es arriesgado decir que el vocabulario condiciona nuestra prosperidad porque refleja en qué creemos y cómo y por qué luchamos.

domingo, 11 de octubre de 2015

Escritores al diván

El otro lado del mostrador

Escritores al diván
Ricardo Clark




Malas noticias. Pésimas para los escribas. Resulta que más allá del  papel impreso, las novelas, los poetas, Kundera, las becas, los certámenes, los premios Nobel y otros, del otro lado del mostrador del bazar surrealista literario, existen otros mundos. Es el horror, y en efecto porque en los últimos treinta años un grupo de siquiatras, sicoanalistas, y neurólogos están interesados en conocer como es, cual es el cableado que permite funcionar por dentro a los escritores, en una palabra que los hace tan especiales, con el ego además tan inflado en algunos casos que los convierten en  verdaderos  hígados circulantes para quienes (en algunos casos), los conocen de cerca.
Nada nuevo, es decir nada que no haya llamado la atención desde la antigüedad a las gentes que los veían publicar los versos más tristes que escribieron la noche anterior.
Y hay malas noticias porque los creadores...son animales de distinta lana como diría Alejo Carpentier, o en otras palabras algunos pudieran tener uno o varios tornillos flojos. Asunto que por otra parte pareciera ser esencial para que funcione la creación.
¿Que provoca la curiosidad de los investigadores? por ejemplo la cantidad de poetas suicidas. En este género literario la estadística señala que son las mujeres las que están en mayor peligro. Tienen un promedio de suicido más alto que los hombres que ejercen la poesía, género en si difícil, solitario y para peor donde no hay un centavo. El asunto es tan interesante porque basta echar un vistazo para ver la cantidad de poetas que acabo con su vida. Inclusive apareció en España una Antología de Poetas Suicidas 1770 -1985 (el autor es  José Luis Gallero).
En efecto es trabajo solitario el poético, y angustiante es el bucear en las profundidades del yo, lo cual es peligroso para todos los escribas, pero muy en especial  para los poetas, señalan los investigadores. Son legión  los que levantaron la mano sobre sí mismos, entre otros Pavese, Chaterton, Silvia Plath, Maiakovski, etc. Constituyen  como señala el  crítico español Masoliver Rodanas, " un universo mental y emocional".
En la lista siguen los novelistas, llamando la atención el caso de cinco Nobel de literatura norteamericana (Se trata de Sinclair Lewis, Eugene O Neill, William Faulkner, y Ernest Hemingway) quienes tuvieron serios problemas con el alcohol.
Conviene destacar el trabajo del siquiatra norteamericano Arnold Ludwig (El Precio de la Grandeza, Resolviendo la Controversia Entre Creatividad y Locura), quien durante treinta años, analizo dieciocho profesiones diferentes. Aquí le fue posible  comprobar que quienes se dedicaban al trabajo creativo es decir escritores, gente de teatro y músicos tenían un mayor riesgo de sufrir problemas mentales (alcoholismo, depresión, sicosis y ansiedad). A cambio los otros grupos que no estaban en el campo de la creación tenían una menor tasa de mortalidad. Los arquitectos, pese a su creatividad e historiadores además de ensayistas no estaban en esta zona de alto riesgo.
El problema - afirma el siquiatra Ludwig- es un hecho que afecta a demasiados escritores en demasiados sitios, si además a la lista de suicidas agregamos a los que murieron  locos (caso Hoderlin, entre otros) o perseguidos políticamente como Pamuk o Rusdhie.
Pero aún hay más, mucho más: en el texto The Alcohol and the writer (El alcohol y el escritor), el  siquiatra Donald W.Goodwin afirma que después de los cantineros, en materia de muerte por cirrosis, los siguen los escritores.
Los ejemplos abundan: Edgar Allan Poe, Herman Melville, Scott Fitzgerald, William Faulkner, Hemingway...son legión.
Con respecto al terror de la página en blanco la neuróloga  Alice Weaver Flaherthy en su texto The midnigth desease, (La Enfermedad de la Medianoche), explico que el asunto es sencillo: cuando no hay ideas para continuar la increíble novela que uno tiene en su cerebro pero que no acaba de llegar a su computadora pudiera  tratarse de una depresión. No es necesario en este caso buscar dentro de uno mismo durante seis meses, primero hay que darse una vuelta con el siquiatra para que le recete alguna de los nuevos fármacos que bajan el nivel de ansiedad (las drogas y el alcohol solo ayudan temporalmente)  y estabilizan al escriba lo cual le permite atacar ahora si con ganas la bendita página en blanco. Se ocupa también de la hipergrafia, mal que afecta también a parte de la comunidad intelectual que publica un libro por mes, sin que exista tal necesidad.
También señala que los males del escritor, es decir baja creatividad, pueden deberse a la época del año, como navidad y otras fiestas anuales. Efectivamente, el asalto de los citados investigadores,  detrás del mostrador literario, intenta mostrar  que hay dentro del escritor, pero más que nada parece guiarlos a la idea de que no hay ninguna necesidad de que un creador muera por la causa, cuando aún le quedan muchos años de productividad. Scott Fitzgerland murió a los 44 años, y pudiera haber sido Premio Nobel norteamericano.
Ya Freud en su texto clásico  sobre la interpretación de los sueños se ocupó del tema, pero el resto de la sociedad siempre vio desfilar a los creadores como "bohemios" a los que había que tolerar (e ignorar), al tiempo que las afecciones mentales de este singular grupo humano hacían estragos entre ellos.
Entre otros descubrimientos está el tema de la falta de dinero. Cuando llega, curiosamente,  el autor se distrae, deja de crear, razón por la cual quizá Henry Miller  durmió  un tiempo debajo de los puentes de Paris, o Mario Puzo, que se hizo millonario con El Padrino y recibió un millón de dólares por el libreto de Superman, fue y tiro el dinero en Las  Vegas. Ni hablar de Dostoievski quien también era aficionado al juego. Es necesario aclarar que en ambos casos esta fase maniaca les provoco tanta angustia que los dos escribieron un libro sobre el tema.
Si las cifras ayudan el trabajo del sicólogo James C. Kaufman  sobre mil 897 escritores ya fallecidos, (poetas, novelistas y  dramaturgos de ambos sexos) entre los que habia mexicanos, canadienses y norteamericanos, demostró que en promedio los poetas vivían unos 62.2 años, los dramaturgos 63.4, los novelistas 66 y los que se esforzaron en el ensayo y la historia, entre otros  72.7 años.
Fuera de guasa el asunto es grave y explica porque ese amor a la barra libre, a la cantina, para apagar los incendios del alma en algunos creadores, cuando en realidad sus males están más cerca de la terapia médica que del Olimpo. Dice por su parte,  la siquiatra Kay Redfield Jamison  (en su libro La enfermedad maniaco depresiva y el temperamento artístico),  que los creadores no están muy de acuerdo, en algunos caos en cambiar sus altas y bajas emocionales, es decir el alucine, la fibre, la compulsión, el alcohol, y toda la angustia que crea  ese tipo de vida, por la calma que puede producir un fármaco o cualquier tipo de terapia. El matemático y Premio Nobel, John Forbes Nash Jr., quien paso en manicomios parte de su existencia explico ya calmado por la medicina, que extrañaba sus estados febriles.
Algunos creadores prefieren la barra libre porque afirman que su creatividad está en juego con cualquier tipo de terapia, lo malo es que ese tipo de vida, si no se controla, puede conducir al precipicio y en realidad los seres humanos se deben a la vida no a la muerte prematura, no importa cuán creadores sean. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Sabías que...del Ahorro en México


30%
de los mexicanos que ahorran, lo hacen a través de medios informales como las tandas, los “guardaditos” y las alcancías.

7 de cada 10
mexicanos de los que se dicen ahorrar lo hacen para afrontar una emergencia y menos del 5% de este segmento dice estar ahorrando de forma voluntaria para su retiro.

7 de cada 10
trabajadores no están ahorrando para su retiro.

Mientras que el
58.3%
de los trabajadores por su cuenta ahorra en su casa, el 66.9% de los profesionistas independientes ahorra en alguna institución bancaria.

7 de cada 10
adultos mayores no recibe pensión y 86% se arrepiente de no haber ahorrado para esta etapa de la vida.
Las AFORE son el segundo intermediario más importante de ahorro en el país detrás de los Bancos.


Fuente: CONSAR