La depresión es un trastorno que impide el funcionamiento diario; la
tristeza es otra cosa
Disfrutar de la vida depende de valorar lo realmente importante y evitar
recrearse en lo negativo. Patricia Ramírez, El
País Semanal 26/I/14.
“¿Por qué estás triste?”. “No lo sé, no sé qué me
pasa, tengo una pena encima todo el día. Miro a mi alrededor y debería ser
feliz, porque lo tengo todo: una casa bonita, una pareja que me quiere, unos
hijos sanos, tengo amigos, pero no consigo disfrutar de la vida”.
La tristeza no siempre lleva a
una depresión. Eso son palabras mayores que se refieren a un trastorno
psicológico que impide el funcionamiento cotidiano. Hasta lo más sencillo, como
arreglarse, cocinar y comer de forma equilibrada, se convierte en un mundo. La
depresión afecta a su vida personal, familiar, laboral y social. El futuro se
contempla como un lugar desolador, y algunos afectados pierden hasta las ganas
de vivir. La persona con depresión suele requerir tratamiento farmacológico y psicológico.
La felicidad
generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas
que ocurren todos los días”
Benjamin Franklin
Pero ¿y la tristeza, esa pérdida de ilusión, la
sensación de vivir a medias, esa dificultad para sentir placer? Afecta a
muchísima gente. No llega a incapacitar, pero sí los sumerge en una vida gris,
pobre en emociones, en la que el tiempo pasa sin dejar huella.
¿Por qué hay personas que disfrutan de la vida y
otras que no? Aquí tiene algunas claves, que además dependen de usted.
Tener otro ritmo de vida. Huya de la “prontomanía”. Es la
obsesión por contestar a todo de forma inmediata, pronto, ya, como si el mundo
se fuera a acabar en los próximos segundos. Las nuevas tecnologías le están
quitando los mismos minutos que cree que adelanta dando respuesta a todo ipso
facto. Frene, pare. Usted y su entorno han decidido que son urgentes tareas que
no lo son. Reeduque a sus compañeros de trabajo, amigos y familia.
Pasar de la fantasía a la acción. En mis conferencias suelo
preguntar a los asistentes: ¿si pudiera elegir ahora con su varita mágica otra
vida en la que no fuera profesionalmente quien es, a qué le gustaría dedicarse?
Nadie contesta “ser millonario”. La mayoría de las respuestas están
relacionadas con actividades o formación a la que uno puede acceder cuando
quiera: “sería cocinero, fotógrafa, músico, daría la vuelta al mundo en
bicicleta, escribiría un libro…”. Casi todo tiene que ver con la parte más
creativa de las personas y con nuestra capacidad para expresar nuestro talento.
Son profesiones, pero pueden ser hobbies. ¿Por qué no organiza su agenda y
busca tiempo para apuntarse a un curso de cocina, o de fotografía, o para hacer
más deporte? Igual debería establecerlo como una prioridad. Le hará más feliz que
cualquier antidepresivo.
Busque el placer con los amigos y
familia, y disfrute de la vida social. Un estudio del investigador y profesor
en psicología Richard Wiseman demostró que somos más felices con las
experiencias que vivimos con amigos y los viajes que hacemos que con cualquier
objeto material que compramos. Nos da felicidad los momentos que compartimos,
las risas, y lo recordamos siempre como un placer, mientras que el valor de lo
que compramos se olvida rápidamente. Invierta tiempo en experiencias, le será
más gratificante que lo que gasta en comprar ropa, zapatos o relojes.
No deje para la jubilación todo
lo que tiene pendiente: leer, aprender a dibujar o bailes de salón. Las
personas se preocupan tanto por el futuro que dejan de vivir y ser felices en
el presente. Ser responsable con las obligaciones es genial, pero tener la
agonía de que nunca puede estar tranquilo es un sinvivir. La vida tiene tanto
de incertidumbre que es imposible mantenerlo todo bajo control. Disfrute de lo
que la vida le ofrece con las personas que quiere. Ahora, aquí y en este
momento.
Bese, toque, achuche, busque el
calor. El afecto y el amor son grandes fuentes de bienestar. A las personas les
gusta sentirse queridas, y las muestras de afecto son la prueba más sincera y
directa de amor. Toque incluso a la gente más lejana, mire con cariño a quien
le atiende en una cafetería, verá cómo recibe enseguida una respuesta
recíproca. El afecto se siembra.
Esperar cosas buenas de la vida. Significa tener esperanza.
¿Hasta ahora ha tenido éxito en su vida cuando se ha dedicado a anticipar las
desgracias? No, rotundo. Pensar que va a tener suerte y creer que su momento le
espera a la vuelta de la esquina le permite implicarse con más esfuerzo y
dedicación en sus proyectos. Y lo hará porque espera obtener un resultado. Pero
si piensa que la vida no le depara nada bueno, bajará los brazos y no se
esforzará. La esperanza es una fuente de motivación, le empuja para darlo todo.
Es la profecía autocumplida. Espere también cosas buenas de las personas,
“bieninterprete” las intenciones y comentarios que reciba.
Cambiar el foco de atención. ¿En qué está pensando, en lo que
tiene o en lo que le falta? Las personas felices lo son no porque tengan más
que los demás, sino porque centran la atención en lo importante.
Dé otro valor a lo que siente. Las emociones son buenas todas,
incluso las que cree que le hacen daño. Se necesita el miedo, la ansiedad y la
tristeza. Son termómetros. El miedo y el estrés le advierten de que existen
amenazas, y su tristeza, de que algo va mal. Pero el termómetro solo es el
pistoletazo de salida, no un aviso para que nos recreemos en lo mal que nos
encontramos. Deje el victimismo de lado, le hace débil y no le permite
reaccionar. Sus emociones son el aviso de que tiene que reaccionar. Si la
amenaza es verdadera, luche, corra, y si lo está pasando mal, actúe e
introduzca un cambio en su vida. Si espera que las circunstancias cambien para
empezar a dar pasos, igual se queda sentado toda la vida. Y no exagere lo que
siente, no le da más valor del que tiene. Si decide dedicarle toda su atención,
sentirá las emociones más intensas de lo que son. Deje la hipervigilancia para
otros temas y busque algo que le cambie el estado de ánimo: la música, una
charla con amigos, pasear, maquillarse y un largo etcétera.
Compararse. Siempre hemos dicho que uno es como es y que no
debe compararse con nadie. Pero a veces las personas se vuelven el ombligo del
mundo y pierden la perspectiva de lo afortunadas que son en la vida. Solo se
miden con su estado de bienestar anterior o con quienes tienen más suerte o
están mejor posicionadas. Rara vez se comparan con quien sufre, con quien tiene
dificultades o con quien no tiene trabajo o menos recursos económicos. Sea
empático, póngase en ese lugar, verá cómo su vida no es tan miserable. Y si
fuera capaz de echar una mano a personas más desfavorecidas, comprobaría cómo
recupera la ilusión por detalles de su propia existencia a los que ahora no da
ningún valor.
Convénzase de que merece ser feliz. ¿Por qué tiene esa idea absurda
de que en esta vida estamos para sufrir? Estamos para disfrutar y para sacarle
todo el jugo que se pueda. Hay personas a quienes les da miedo ser felices.
Tienen la creencia completamente irracional que relaciona este sentimiento con
sentirse culpables y atraer las desgracias. Un pensamiento del tipo “estoy tan
feliz que algo malo tiene que llegar”. Estas ideas les llevan a frenar su
estado de bienestar, por miedo a tentar a la mala suerte y que se pongan
enfermos o se muera alguien o pierdan el trabajo. No hay una relación directa
entre disfrute y que vengan mal dadas.
Lo cierto es que la vida trae
buenos y malos momentos, no siempre controlables por nosotros. Así que es
normal encontrarse con piedras y dificultades en el camino, pero no son la
consecuencia de que seamos felices, sino de que se tienen que vivir y nos pasan
a todos, vienen en el reparto de la vida. Hay que buscar y provocar nuestros
estados de paz y felicidad personales.
La felicidad no se compra, sino que se deleita
en cada momento de nuestra vida. Deje de invertir en cosas y hágalo en tiempo,
risas, cenas, una buena copa de vino, disfrutar de la amistad, de un café, de
una llamada de teléfono relajada, de un paseo, de los detalles que se le
escapan buscando la felicidad en el mapa del tesoro. Claro que podría estar
mejor de lo que está, usted, su vecino y yo también. Pero pensar en ello le
limita. Disfrute lo que tiene y no deje de esforzarse para seguir viviendo
experiencias.
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