sábado, 12 de septiembre de 2015

El centenario luctuoso del dictador



    Los obreros textiles de Rio Blanco solo pedían que los exiguos salarios que según la edad y sexo del trabajador oscilaban de los 15 a 35 centavos diarios, se les pagaran en efectivo y no en vales canjeables por mercancía de la tienda de raya de la empresa, en la que el precio del maíz, frijol, habas, etc, triplicaba los del comercio local. La respuesta de los patrones fue el enojo y la represión. Primero con fuerza policiaca municipal y rural, que al negarse a disparar contra las familias fueron remplazadas por el ejército enviado por Díaz, para consumar uno de los tantos periodos presidenciales del héroe del 28 de abril en la batalla de Acultzingo.

    Porfirio Díaz, a pesar de su origen humilde mantuvo un verdadero encono con los trabajadores y una verdadera fascinación con los patrones explotadores que favorecían a su régimen. En otro de los ominosos crímenes, intervino en el conflicto laboral en las minas de Cananea Sonora concesionadas a la empresa norteamericana American Smelting en donde los trabajadores, en fatigosas jornadas siempre a expensas de los gritos, empujones y latigazos de los capataces, laboraban por cuotas del destajo y pagos mínimos, también canjeables con consumos en la tienda de raya. En el momento del reclamo y el emplazamiento a la huelga los propietarios no solo tuvieron el apoyo para la represión del ejército mexicano sino, de las fuerzas policiacas de las ciudades fronterizas norteamericanas que enviaron a sus efectivos a resguardar los bienes de sus connacionales que vivían en las faustuosas colonias cercadas lejos de las minas.

    Las huelgas de Rio Blanco (1907) y Cananea (1906) fueron uno de los temas centrales de libro de Francisco I. Madero, “La Sucesión Presidencial” para llamar al pueblo al derrocamiento de un régimen abusivo y despiadado con los más débiles. El libro de “México Bárbaro” de John Kenneth Turner revelaba incluso, para el gobierno de su país, el oprobio que se vivía en México con el porfirismo. Consigna también, la incalificable decisión del dictador tuxpeño, al autorizar el traslado de indígenas yaquis de Sonora en calidad de esclavos a las fincas henequeneras de Yucatán, donde las familias eran hacinadas en galerones para trabajar de sol a sol. Eran tranquilamente vendidas por los traficantes a los grandes hacendados.

    De esta laya era Porfirio Díaz por más que se quiera hoy maquillar. Se le ha querido reivindicar a cien años de su fallecimiento como el autor de un gobierno de paz y progreso cuando, su supuesto orden y tranquilidad fue conseguida con el uso de los más sanguinarios medios de autoritarismo y violencia contra los indefensos. La prosperidad quedo reservada a sus allegados y cómplices políticos que lo sostuvieron aun traicionando su proclama por la “No Reelección”. Don Porfirio no merece reconocimiento porque en el balance su gobierno dejo una escuela de corrupción y represión que ha sido continuamente imitada por gobiernos incluso post-revolucionarios, hasta nuestros días.

   La participación militar en la batalla del 28 de abril, bajo las órdenes del General Ignacio Zaragoza que derroto a los franceses en su primera envestida, no le puede justificar lo que posteriormente hizo. Le ocurrió lo que a muchos militares destacados, cobró a México con más de tres décadas de ignominia con engaños y triquiñuelas para permanecer en el poder e impedir el curso del desarrollo político de una nación que venía bien encaminada desde la segunda independencia con la reforma, la república y una constitución moderna, que la situaba entre los países desarrollados y no estancados en dictaduras personalistas y plutocráticas.

    Es un contrasentido histórico peligroso para la educación cívica de las nuevas generaciones, el insistir en buscar en Díaz un mérito particular que prevalezca sobre la estela de atrocidades que en su vida pública dejo. No creo que ninguna de las familias ultimadas por su crudeza represiva para conseguir que se violaran impunemente derechos laborales o de libertad política, puedan hoy cantar vivas al dictador que dejo un México sumido en la autocracia y la adoración a un falso político. Se necesita tener muy poco juicio para justificar uno de los periodos más oscuros de nuestra historia nacional.

Jesús González Schmall en "Enlace México".

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