Debido a que la destreza en el ajedrez es fácilmente medible y de que se
ha avanzado mucho en su cuantificación por segmentos, dividida en componentes -mucho
más que en otros competencias- generalmente
se utiliza como prueba de laboratorio para analizar cuáles son los
determinantes que convierten a unos jugadores en connotados expertos y a otros
en jugadores promedio. Este juego-ciencia ha servido para probar diversas
teorías de la ciencia cognitiva, como la que a continuación se describe.
En un artículo publicado por
Philip E. Ross en la revista Scientific American nos muestra los
recientes resultados de que los movimientos de los grandes maestros son
producto de memoria específica. Para acumular este cuerpo de conocimiento
estructurado, los grandes maestros se aplican durante años a un estudio esforzado (effortful study); es
decir se enfrentan día con día sin cesar a problemas que van algo más allá de
su saber y competencia. De igual manera como hacen los músicos, deportistas y
matemáticos para aumentar su pericia, motivados por la competencia y el gozo
que proporciona la victoria.
Además, se comprueba que los
grandes maestros recurren a un nutrido repertorio de posiciones. Organizan la información
en chunks (tacos o trozos de
información), que se recuperan de la memoria a largo plazo y se manipulan en la
memoria operativa. Igualmente se demuestra que los expertos se basan mucho más
en conocimientos adquiridos y estructurados que en el análisis. El jugador no
efectúa análisis más completos de las posiciones de las partidas que antes,
sino que se apoya en un conocimiento mucho más amplio de las posiciones y de
las estrategias. (memoria a largo plazo).
Para alcanzar destreza o
convertirse en experto parece que la motivación cuenta más que la capacidad
innata. En la música, los deportes, el ajedrez y otros juegos, dominios todos
ellos en los que la habilidad del sujeto se mide mediante competencias y no por
credenciales académicas, se está llegando al profesionalismo a edades cada vez
más tempranas, por la motivación de padres o incluso de familias enteras.
Es imprescindible el estudio
esforzado, corroborando a la conseja popular. El jugador puede ser precoz en
un inicio, pero el jugador experto no nace; el jugador experto se hace.
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