Las reglas del juego laboral se
han modificado. Hay que cambiar de mentalidad, Ahora la seguridad laboral
reside en nuestra habilidad para aportar valor de forma constante. Borja
Villaseca El País Semanal 24/X/13
Este artículo está
escrito para quienes ahora mismo se encuentran en el desempleo. Para quienes
padecen de frustración e impotencia por comprobar que no encuentran un puesto
de trabajo. Para quienes llevan tiempo sintiendo que enviar currículos se ha convertido
en una pérdida de tiempo. Y en definitiva, para quienes han dejado de tener
miedo a reinventarse profesionalmente porque ya no tienen nada que perder. Para
todos ellos, a continuación se describe un recorrido compuesto por nueve
etapas. Cada una de ellas representa un camino que el lector deberá transitar
por sí mismo. Buen viaje.
1. Tomar las riendas
de nuestra vida profesional. La crisis ha puesto de manifiesto la
necesidad de transformación del modelo productivo que rige nuestro sistema
económico. Nos ha tocado vivir el fin de la era industrial y el inicio de la
era del conocimiento. Las reglas del juego laboral han cambiado y seguirán
cambiando, cada vez más deprisa. Las instituciones establecidas ya no tienen la
capacidad de procurar seguridad económica para los ciudadanos. Los puestos de
trabajo con contrato indefinido están disminuyendo. Y para muchos ha llegado la
hora de hacerse cargo de ellos mismos laboralmente. Y de realizar una función
profesional útil, creativa y con sentido, que preferiblemente no pueda
automatizarse y digitalizarse por medio de las nuevas tecnologías, ni tampoco
externalizarse a un país en vías de desarrollo.
“No podemos resolver un problema desde el
mismo nivel de comprensión en el que lo creamos”
Albert Einstein
2. Cultivar nuestra
inteligencia emocional. Estar en el desempleo es una situación
laboral muy complicada de lidiar. Sin embargo, para poder iniciar un proceso de
cambio es importante no dejarnos llevar por la queja, el victimismo o la culpa,
pues con ello tan solo conseguimos consumir la energía vital que necesitamos
para buscar nuevas soluciones y alternativas. Es fundamental invertir tiempo en
conocernos en profundidad, aprendiendo a sanar nuestra autoestima y a cultivar
la confianza en nosotros mismos. En la medida en que desarrollamos nuestras fortalezas
internas, empezamos a afrontar la adversidad de una forma más responsable,
optimista y eficiente. Y a base de entrenamiento, verificamos que nuestro grado
de satisfacción no tiene tanto que ver con nuestras circunstancias, sino con la
actitud que tomamos frente a ellas.
3. Entrenar la
inteligencia financiera. En general, las creencias sobre el dinero se
pasan de generación en generación por inercia, sin darnos cuenta. Del mismo
modo que no elegimos nuestro equipo de fútbol, nuestra visión laboral y
financiera del mundo ha sido prefabricada; viene de serie. No nos han enseñado
a resolver por nosotros mismos nuestros propios problemas económicos. Cultivar
nuestra inteligencia financiera nos capacita para presupuestar nuestro dinero,
dándonos la oportunidad de generar excedentes con los que ahorrar, invertir y
no depender de préstamos o deudas. También nos muestra cómo ganar más y gastar
menos, emancipándonos de las instituciones establecidas.
4. Descubrir el
propósito profesional. En vez de hacer lo que se supone que tenemos
que hacer (buscar salidas profesionales), es hora de encontrar nuestro
verdadero propósito. Y para lograrlo es esencial que escojamos un camino
laboral que tenga sentido para nosotros. Más allá de los motivos típicos que
nos mueven a trabajar (dinero, poder, seguridad, comodidad o reconocimiento),
hemos de conectar con una motivación intrínseca que nos permita concebir
nuestra profesión de forma más vocacional. Para ello, hemos de redefinir
nuestro concepto de éxito, así como los valores que queremos que guíen nuestras
decisiones y acciones. ¿Qué haríamos profesionalmente si no tuviéramos que
ganar dinero? ¿A qué nos dedicaríamos si supiéramos que todo va a salir bien?
¿Qué haríamos si no tuviéramos miedo? Saber la respuesta de estas preguntas no
tiene precio.
5. Decidir el rol
laboral. El 85% de los profesionales españoles trabajan como
“empleados”, vendiendo su tiempo a cambio de un salario a final de cada mes,
formando parte de un sistema productivo que enriquece a otras personas. Pero
más allá de este rol profesional existe el de “emprendedor”. Es decir, aquel
que trabaja para sí mismo como autónomo o freelance,
o bien monta un proyecto contratando a otras personas. Cada uno cuenta con una
serie de ventajas y desventajas, requiere de un tipo de mentalidad específico y
va acompañado de un determinado estilo de vida. De ahí que pasar de empleado a
emprendedor implique un profundo cambio en la manera de relacionarse con el
mercado de trabajo. Y dado que la seguridad laboral está en entredicho, es cuestión
de elegir entre la incertidumbre del empleado y la incertidumbre del
emprendedor.
6. Hacer algo que nos
apasione y que potencie nuestro talento. A pesar de haber
recibido la consigna de que “no podemos ganarnos el pan haciendo lo que nos
gusta”, a la hora de reinventarse es fundamental dedicarnos a una profesión que
nos motive e interese de verdad. Solo así encontraremos la fuerza y la
dedicación para dar lo mejor de nosotros mismos, potenciando nuestras virtudes
y habilidades. Todos albergamos algún tipo de talento por descubrir y
desarrollar. En esencia, el talento es la forma con la que expresamos nuestro
valor. Eso sí, los dones que se necesitan para llevar a cabo las nuevas
funciones profesionales no tienen nada que ver con la educación industrial o las
aptitudes académicas convencionales. Más bien surgen al comprometernos con
nuestro proceso de autoconocimiento y desarrollo personal. Cuanto más nos
conocemos, más nos valoramos por ser quienes somos. Y cuanto más nos valoramos,
más sabemos para qué servimos y cómo podemos ser útiles para la sociedad.
7.
Encontrar un problema social que nos motive resolver. La gente
está dispuesta a pagar por productos y servicios que cubran sus necesidades y
satisfagan sus aspiraciones. El reto consiste en saber qué problemas podemos
resolver haciendo eso que nos gusta a través de nuestros talentos. También es
importante diseñar “propuestas de valor” que mejoren la calidad de vida de
otras personas. A su vez, es fundamental conocer las últimas aplicaciones y
herramientas digitales que podemos emplear a través de Internet, concibiendo
así nuevas formas de aportar valor al mercado laboral.
8. Invertir en
formaciones específicas. En este punto del camino puede resultar
decisivo asistir a seminarios que nos enseñen a “saber cómo” y a “tener con
qué” expresar nuestro talento. En este sentido, la universidad convencional
parece estar dejando de ser la única opción. ¿Cuánto de lo que hemos estudiado
nos ha sido de verdadera utilidad para desempeñar nuestro actual trabajo? La nueva
formación va a estar cada vez más centrada en ofrecer cursos prácticos que nos
enseñen a desarrollar habilidades que nos permitan resolver problemas
concretos. La inversión más importante la hemos de hacer en nosotros mismos.
Nuestra inteligencia, nuestra creatividad y nuestro talento son nuestra
principal fuente de riqueza.
“No permitas que nunca nadie te diga lo
que vales. Tú eres el
único capaz de saber
tu propio valor”
único capaz de saber
tu propio valor”
Muhammad Ali
9. Desarrollar la
marca personal. El marketing está democratizándose y
personalizándose. Y cada vez va a estar más protagonizado por la “marca
personal”. Una vez tenemos claro qué ofrecemos, el reto es descubrir cómo lo
ofrecemos. Es decir, la manera en la que nos comunicamos y conectamos con las
personas a las que pueden servir nuestros servicios. Es primordial montar una
web explicando los beneficios y soluciones que aportamos, utilizando las redes
sociales para darnos a conocer a nuestros potenciales clientes. Por medio de
nuestra marca personal conseguimos que nuestra profesión sea un reflejo de la
persona que somos, aprendiendo a ganar dinero como resultado de crear riqueza
para la sociedad.
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