lunes, 7 de octubre de 2013

Trabajo Improductivo



Trabajo improductivo es el título del artículo escrito por Luis de la Calle en la revista Nexos, noviembre de 2009; el cual reproducimos a continuación.

El desarrollo, el crecimiento sostenido, la superación de la pobreza y la mejora de la distribución del ingreso sólo se lograrán si se acepta la tiranía de la productividad y ésta se incrementa significativamente.

El aumento deseado es de cinco veces más productividad por persona en los próximos 20 años. Por supuesto la clave no radica en dedicar cinco veces más recursos, sino en producir bienes y servicios con mayor valor agregado, dejar de hacer lo que se hace y concentrarse en actividades más redituables para generar riqueza.

La declinación de la renta petrolera hace inaplazable la discusión sobre cómo obtener una alta productividad. Esta depende de un conjunto de factores, pero vale la pena destacar los más importantes:

1.   Un sistema de incentivos que premie la excelencia y responda a las necesidades del consumidor. El mercado provee las señales para producir bienes y servicios de alto valor agregado. Sin competencia es casi imposible la producción competitiva de alto valor y no hay incentivos para la innovación continua, para la toma de riesgos, para el avance tecnológico y la inversión en capital humano. En México la longeva dupla de rentismo –minero, gubernamental o petrolero - y proteccionismo llevó a desarrollar un sistema para el aprovechamiento de la renta y a esperar a que se vendiera lo que se produce, no a producir lo que se vende. Por esto la insistencia en una política industrial basada en sectores productivos y cadenas productivas que es extraño, ajeno, a las economías exitosas.

 

2.   Una legislación y mercado laborales que permitan la movilidad. Sin ésta se vuelve imposible mudarse a la producción de bienes y servicios de alto valor y se seguirá produciendo lo mismo a sabiendas que no resulta en el desarrollo. La movilidad depende de la flexibilidad en el horario y lugar de trabajo, del cambio de profesión y vocación durante la vida económicamente activa, de la capacitación continua, de la posibilidad de encontrar  vivienda digna de alquiler, escuelas, hospitales y esparcimiento en las ciudades, de la portabilidad de seguros y pensiones y, por último, de la flexibilidad para contratar y despedir empleados. Con frecuencia se percibe que la flexibilidad laboral favorece a los empleadores, cuando en la gran mayoría de los casos beneficia al trabajador – en especial a las mujeres – y se convierte en el mejor inspector: el trabajador con opción de cambio nunca es sujeto a explotación y termina contando con las mejores condiciones laborales. Pierde el que no puede cambiar.

 

3.   Una clase empresarial dispuesta a asumir riesgos, innovadora y capacitada. La falta de iniciativa y preparación existe también en el ámbito privado. El empresario es tan rehén de un sistema de incentivos perverso como puede serlo un funcionario público o un sindicato: si se puede, es más fácil buscar creación de riqueza con el menor esfuerzo y pedir al gobierno condiciones favorables para minimizar la competencia. México se distingue por la calidad de muchos de sus ejecutivos y empresarios, pero sin duda no se generan los suficientes. Este fenómeno está relacionado con la alta proporción de estudiantes universitarios en disciplinas económico administrativas (43.6% del total de acuerdo a la OCDE) y la baja participación de ingenieros y profesiones afines con respecto a los países competidores. Otros factores incluyen:

a.   La reciente apertura comercial. Antes de ella no era tan necesario desarrollar habilidades para una economía moderna y abierta.

b.   La inestabilidad financiera que durante muchos años fomentó la inversión de capital humano en finanzas.

c.   Las escasas instituciones de enseñanza superior de calidad mundial en el país.

d.   Las distorsiones de mercado que encarecen al ejecutivo mexicano.

e.   La participación insuficiente de estudiantes mexicanos en universidades de excelencia en el extranjero.

f.     Las empresas familiares que, a veces, no han estimulado la formación de cuadros profesionales.

g.   La poca delegación de responsabilidad.

h.   La falta de espíritu competitivo y de trabajo en equipo.

 

4.   Un sistema educativo y de capacitación que se traduzca en una mayor productividad. Aunque con frecuencia se piensa que las reformas al sistema educativo, cruciales para la competitividad, sólo rinden frutos en el muy largo plazo, en realidad estos pueden ser más inmediatos. Prueba de ello son la alta productividad que despliegan los trabajadores mexicanos capacitados en las empresas de clase mundial – nacionales y extranjeras – que operan en México, el incremento significativo en la productividad que experimentan trabajadores emigrantes ante el cambio de incentivos y provistos de herramientas y tecnología de punta.

 

5.   La vinculación entre instituciones académicas y programas públicos de investigación y la industria. En México no existe todavía un sistema suficiente de incentivos para promover no sólo la investigación ligada a la actividad industrial, sino tampoco el registro de patentes. Es necesario revisar los esquemas de créditos fiscales para el apoyo a la investigación y el desarrollo, facilitar su acceso y extender los beneficios al diseño. Asimismo, no hay en el país una tradición de ingeniería en reversa por la que han pasado todas las economías tecnológicamente exitosas.

 

Al final del día, el talento es el principal motor del desarrollo y su falta el principal obstáculo. Durante muchas décadas la presión demográfica y una población mayoritariamente pobre hacían difícil que el país y las familias invirtieran para la formación auténtica de capital humano. Una economía del nivel de ingreso de la mexicana cuenta hoy con los recursos para invertir en talento suficiente para asegurar el desarrollo. No hacerlo es no sólo miope como proyecto de inversión de alta rentabilidad, sino moralmente equivocado.

La formación exitosa de talento se basa en un sistema de incentivos que premie la excelencia y la creación de valor, la movilidad laboral e instituciones que fomenten la educación, la capacitación y el desarrollo tecnológico.

De hecho, las realidades demográficas complementarias en América del Norte dejan a México sin opción: de no haber un crecimiento exponencial de talento, el proceso de jubilación de los baby boomers va a producir una creciente escasez en Estados Unidos que funcionará como aspiradora del talento nacional – poco o mucho y en todos los niveles y varias profesiones – que se tenga. La clave consiste en multiplicar varias veces el número de mexicanos preparados para servir ambos mercados y mejorar el atractivo de inversión de tal manera que sea más rentable hacerlo desde México.

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